En la película Sin
límites observamos un excelente manejo de la imagen, del escenario, de los
planos, cámaras, sonido, efectos y demás elementos audiovisuales. Cuando se
querían identificar sensaciones de euforia causadas por las drogas, las
imágenes eran las que denotaban dichas sensaciones, pues estas no podían
expresarse mediante el habla. Mostraban una imagen distinta de Eddie, el
protagonista, cuando necesitaba una nueva dosis, cuando se encontraba alterado,
y cuando estaba plenamente. El color, la luz, los planos cambiaban,
persuadiendo al espectador, y cambiando su pensar frente a la escena. En los
momentos críticos, la poca luz, y el poco brillo de la imagen como cantidad de
efectos destacados, mantenían preso al espectador. El realismo de los rostros
demacrados, como el de Melissa, tomado en varias ocasiones en primer plano y el
del propio Eddie le dan a la película una expresividad completa.
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